Monday, December 11, 2006

TEXTO COMPLETO DE LA OBRA

Antígona de todos los muertos
de Ana Maestroni
(basada en Antígona de Sófocles)

“…poiché la legge é signora degli uomini e non gli uomini signori della legge”
(Plattone, Settima lettera)
“Yo creo, aunque me cueste”
(Anita)


Plano escenográfico a disposición de los espectadores que eligen el lugar de observación (mortales de vida mediocre / justos / injustos / coro espectador /corifeo espectador / pase al Hades).
Humo.
Inicia Música.
Al entrar los espectadores recorren el espacio de representación antes de ubicarse en sus lugares. Un haz de luz ilumina la sepultura de Eteocles, blanca y hermosa, adornada con flores de estación. Un haz de luz ilumina el espacio insepulto de Polinices.
Las actrices visten de blanco. Durante este tiempo, aparecen de lugares distintos. La ACTRIZ 1 sentada en la escalinata. Tiene una botella con un mensaje de papel dentro que tratará de sacar. La ACTRIZ 2, en el Hades, realiza distintas destrezas con la espada. La ACTRIZ 3 pasea por el escenario, baja y vuelve a subir, tiene una petaca de la que cada tanto, toma. La ACTRIZ 4 está sentada en la escalinata que va al sitio augural. Solo observa. Está cubierta con parte de la mortaja de su hermano insepulto. La ACTRIZ 5 está sentada en proscenio y traslada el cuerpo de Eteocles al Hades esparciéndole flores. La ACTRIZ 6 sentada en proscenio se prueba anteojos de diverso tipo. La ACTRIZ 7 sentada en el sitio augural disfruta de su panza y da la bienvenida a los espectadores. Mientras realizan las acciones, cada una tiene su texto de presentación que irá diciendo contemporáneamente en un sinfín.


MENSAJERA: Soy mensajera entre los hombres y los hombres. Guío a los vivos en ese último instante donde la boca y el silencio se comparten. Aquí (muestra la botella) guardo la última palabra dicha por cada tebano antes de morir. Aquí guardaré las que hoy, aquí se pronuncien.

GUARDIA: Una “es” con su espada. Una “es” con su lanza. Con su pica, con su escudo, con su casco. Puedo permanecer de sol a sol. Puedo vigilar al enemigo. Pero temo a los muertos. Que hablan.

EURIDICE: Poco hablaré. Poco se dice de mí. Madre de Meneceo, inmolado por los ciudadanos todos de Cadmea, la antigua, para expiar la muerte del dragón. Madre de Hemón, enamorado de su prima, Antígona. Hemón, hijo aún vivo de Eurídice. Mi hijo. Hijo mío. No mueras en esta tragedia. Aún no.

ISMENE: Soy Ismene. Hija de Edipo, mi hermano, Yocasta, mi madre. Hermana de Edipo, mi padre y mi madre, Yocasta. Hermana de Eteocles, mi hermano. De Polinices, mi hermano, hermana. Hermana de Antígona, la pura, hermana de Ismene, la impura. Todos de trágico destino.
TIRESIAS: Adivina soy. Jamás accedí a los deseos amorosos de Apolo. Adivino soy. Tengo el don de la profecía. En cada adivinación recobro mi naturaleza femenina. En cada adivinación recobro mi naturaleza masculina.
FRINE: Y cuando fui acusada de impiadosa etaira me presente desnuda al tribunal que me absolvió de inmediato. Y acumulé tanta fortuna que un día decidí reconstruir las murallas de Tebas, mi ciudad natal, Allí vamos a vivir.

Tres campanadas.
Fin de la Música.


TIRESIAS: (ríe) La suerte está echada.
(Durante todo el discurso de Creonte. Todos personajes, menos Antígona, se van ubicando en sus lugares)

Grabación del primer discurso de Creonte.

CREONTE: Ciudadanos todos. Eteocles, que amó a su patria, recibirá en esta tierra honrada sepultura. El, por defendernos de enemigos, delante de nuestra ciudad arrostró la muerte; él ha sido hallado puro y sin tacha en presencia de la religión de sus padres; el murió allí donde para un joven guerrero es hermoso morir.
En cuanto a Polinices, que su cadáver insepulto sea arrojado fuera de aquí a que lo devoren los perros, como a quien habría sido el asolador de la tierra de Cadmo si no hubiese salido un dios al encuentro de su lanza. Paro aún después de muerto sufrirá la expiación el sacrílego; ése que en deshonor de los dioses arrojó invasor ejército sobre su patria con el ansia de su conquista. Así se tiene por justo que lleve el premio, recibiendo de las hambrientas aves de rapiña ignominiosa sepultura; y que ni con piadoso oficio manos amigas ningunas echen sobre su cuerpo amontonada tierra; ni tenga funerario culto, ni le paguen los suyos tributo de honrosas exequias. Tal es la sentencia del senado cadmeo. Y así lo digo yo. Creonte, rey de Tebas.

Fin Grabación primer discurso de Creonte.

(Las luces van bajando. Solo un haz en el altar. Antígona va subiendo lentamente. Llega al altar. Toma una moneda de la bolsa. Mira a todos los espectadores, extiende el brazo)

ANTIGONA: Antígona de todos los muertos.

(Tira la moneda que cae al piso)

Apagón total
Inicio Música del Hades.
Luz sube lentamente.


Sentadas en banquitos. De izquierda a derecha: ACTRIZ 1 (mensajera y coro) /ACTRIZ 2 (guardia y coro) / ACTRIZ 3 (Eurídice y coro) LOGO DE ANTIGONA / ACTRIZ 4 (Antígona y coro) ACTRIZ 5 (Ismene y coro) / ACTRIZ 6 (Tiresias y coro)
La ACTRIZ 7 (Friné /Corifeo) –claramente embarazada- está sentada en la grada. Feliz.
La música baja poco a poco a voz de actor, pero se mantiene.

FRINE: Nosotras creemos. Si, nosotras creemos. Nosotras, las mujeres griegas, creemos que bajo tierra existe un lugar amplio y profundo: es el Hades, el Reino de los muertos. A l entrar: la laguna Aqueronte. Nadie la puede cruzar ni vadear sin un barquero, ya que su profundidad no permite traspasarla a pie, y su anchura es excesiva para atravesarla a nado. Ni siquiera las aves, ya muertas, pueden alcanzar la otra orilla.
Inmediatamente junto a la bajada, y a la puerta-que es de acero- Eaco se encarga de custodiar la entrada sin pausa. A su lado, el Cancerbero, el perro de tres cabezas, recibe a los que llegan con su cara amical y pacífica, pero atemoriza a los que intentan huir con sus incesantes ladridos y afilados colmillos
Aquí imperan Hades y Perséfone, y tienen poder sobre todas las cosas. Los humanos justos, buenos y de vida virtuosa son reunidos en grupos y llevados a los Campos Elíseos para vivir allí una vida felicísima. En cambio, los indignos son enviados al lugar destinado a los impíos, para recibir allí el castigo que les corresponde por sus culpas e injusticias.
Los humanos de vida mediocre, que son la mayoría, que somos la mayoría, andan errantes, sin cuerpo, todos convertidos en sombras que al tacto se desvanecen como el humo. Ellos se nutren de las libaciones y ofrendas que les hacemos en sus sepulcros. De esta manera, si alguien muere sin dejar amigos o parientes aquí en la Tierra... (Ismene baja y va hacia el altar)

ISMENE: Divinos penates de mis padres. Padre Lar de mi familia. A ustedes encomiendo mi hogar, mi pasaje.

FRINE: Si alguien muere sin dejar amigos o parientes aquí en la Tierra, aún muerto padecerá hambre y vivirá atormentado por falta de alimentos.
Cuando muere un familiar, lo primero que se hace es colocarle un óbolo, una moneda, en su boca. Esto le servirá para pagar el paso de la laguna. Después de lavar el cadáver, de ungirlo con bálsamo perfumado en el momento en que empezaría a oler mal, y de coronarlo con flores de estación, sólo de estación, el cuerpo es expuesto a la vista de todo el mundo, amortajado con los mejores vestidos, para que no lo vean desnudo, ni sienta frío.

Música va subiendo a poco pero se mantiene baja.

Mientras vamos haciendo todo esto, nosotras, las mujeres griegas, prorrumpimos en llantos y gemidos. Todas lloramos, nos arrancamos los cabellos, y nos revolcamos por el suelo. Algunas incluso nos desgarramos la ropa y nos echamos polvo sobre la cabeza. Y los que aun viven creen estar peor que el muerto. Creen.
Y mientras el muerto muere, nosotras, las mujeres griegas creemos.
Porque nosotras siempre creemos. (Friné queda en el sitio augural)

Música al 100%.
Apagón total.
La música va bajando lentamente hasta desaparecer.
Luz.

TIRESIAS: ( cierra las cortinas, mira a los espectadores y dice)

ANTIGONA PIDE A SU HERMANA ISMENA QUE LA AYUDE

ANTIGONA: ¡Oh, hermana y compañera mía Ismene! Que compartes las desventuras que Edipo nos lego, ¿Sabes de una sola desgracia que Zeus no nos haya enviado desde que vinimos al mundo? Porque ya no hay dolor, ni maldición, ni vergüenza, ni deshonor alguno que no hayamos vivido.
Y ahora, ¿Qué edicto es ese que el dueño de la ciudad ha impuesto a todos los ciudadanos? ¿Has oído hablar de el o ignoras el daño que prepararon nuestros enemigos contra los seres que nos son queridos?

ISMENE: Ninguna noticia, Antígona ha llegado a mí, alegre o triste, desde que nos hemos visto privadas de nuestros dos hermanos muertos, en un solo día, el uno por el otro. Después de partir el ejercito argivo esta misma noche, no se ya nada que pueda hacerme ni mas feliz ni mas desgraciada.

ANTIGONA: Lo sé bien, pero te he pedido que salgas de la morada para que tú sola me oyeses.

ISMENE: ¿De qué se trata? Manifiestamente, alguna cosa da vueltas en tu espíritu.

ANTIGONA: ¿No ha decretado Creonte los honores de sepultura para uno de nuestros hermanos, negándolos indignamente al otro? Se dice que ha encerrado a Eteocles en la tierra para que fuese honrado por los muertos; pero ha prohibido a los ciudadanos colocar en la tumba el mísero cadáver de Polinices muerto y llorarle. Y se le debe entregar no sepultado, no llorado como presa a las aves de rapiña, a quienes agrada esta tierra. Se dice que el buen Creonte ha decretado esto por ti y por mí, ciertamente, por mí, y que va a venir acá para anunciarlo claramente a los que lo ignoren. Y no piensa que ello sea una cosa vana. El que obra contra ese decreto deberá ser lapidado por los habitantes de esta ciudad. Dicho esto y antes de poco demostraras si eres bien nacida o si eres la cobarde hija de irreprochables padres.

ISMENE: Si ello es así, ¿qué debería yo hacer?

ANTIGONA: ¡Mira si quieres obrar de acuerdo conmigo y ayudarme!

ISMENE: ¿Qué meditas? ¿Cuál es tu pensamiento?

ANTIGONA: ¿Quieres arrebatar el cadáver juntamente conmigo?

ISMENE: ¡Ay, desdichada! ¿Piensas darle sepultura, cuando eso está prohibido a los ciudadanos?

ANTIGONA: Ciertamente, daré sepultura a mi hermano, que es el tuyo, si tú no quieres hacerlo. Jamás se me acusará de traición.

ISMENE:¿No obstante Creonte lo ha prohibido?

ANTIGONA: No tiene él ningún derecho para alejarme de los míos.

ISMENE: ¡Ay! Piensa ¡Hermana! Que nuestro padre ha muerto aborrecido y despreciado, y que, habiendo conocido sus impías acciones, se arrancó los dos ojos con sus propias manos; que la que llevaba el doble nombre de su madre y de su esposa se libró de la vida con ayuda de un lazo terrible, y que nuestros dos hermanos, por último, en un mismo día, matándose ellos mismos, ¡infortunados!, se han dado la muerte el uno al otro. Ahora que ambas nos vemos solas, piensa que deberemos morir más lamentablemente todavía, si contra la ley, despreciamos la fuerza y el poder de los hombres. Hay que pensar que somos mujeres, impotentes para luchar contra ellos, y que, sometidas a los que son los más fuertes, debemos obedecerles hasta en cosas más duras.
En cuanto a mí, habiendo pedido a las Sombras Subterráneas que me perdonen, porque me veo limitada por la violencia, cederé a los que poseen el poder, porque es insensato intentar nada más allá de las fuerzas de cada uno.

ANTIGONA: Nada pediré. Aunque quisieras obrar de acuerdo conmigo, no me serviría de buen grado. Haz lo que quieras, pero yo le daré sepultura, y me será grato morir por ello. Habiendo cometido un delito piadoso, amada me tenderé junto al que me es amado; porque más tiempo tendré para agradar a los que están bajo tierra que a los que están aquí. Allí es donde estaré tendida para siempre. Pero tú desprecia lo que hay de más sagrado para los Dioses. Es tu elección.

ISMENE: No lo desprecio, pero no me siento con fuerza para hacer nada contra la voluntad de los ciudadanos.

ANTIGONA: Toma ese pretexto. Yo iré a elevar una tumba a mi hermano muy querido.

ISMENE: ¡Ay! ¡Cuánto temo por tus actos, desgraciada!

ANTIGONA: No temas nada por mí, no te inquietes más que de lo que a ti se refiere.

ISMENE: No confíes, por lo menos, tu designio a nadie. Obra secretamente. Yo me callaré también.

ANTIGONA: ¡Ay! Habla en alta voz. Más odiosa me serás si callas que si revelas esto a todos.

ISMENE: Tienes un corazón ardiente para lo que exige sangre fría.

ANTIGONA: Complazco así a aquellos a quienes deberías complacer.

ISMENE: Sí, lo haces, pero intentas algo que es superior a tus fuerzas.

ANTIGONA: Me detendré, pues, cuando no pueda hacer más.

ISMENE: Cuando las cosas están por encima de nuestras fuerzas conviene no intentar hacerlas.

ANTIGONA: Si hablas así serás justamente odiosa a aquel que ha muerto y a mi misma. Déjame afrontar lo que intento, porque, ciertamente, cualquier destino cruel que sufra, moriré con gloria.

ISMENE: Si ello te parece así, ¡que sea! Eres insensata, pero amas sinceramente a los tuyos.

Luz. Transición.

(Antígona baja y va tirando al Hades los pedazos de mortaja de su hermano Polinices. Lo está enterrando como puede. Mientras, Ismene eleva la plegaria.).

ISMENE: Seas honrado por este vino que por ti beberé. A ustedes encomiendo el alma de mi hermano. Mi hogar (se quiebra). Pero ya no tengo hogar. Ya no tendré familia. Debí enterrar a mi hermano. No quiero quedarme sola. Antígona. Antígona,
(en ese momento Antígona sale corriendo por platea. El Guardia entre a Ismene a la fuerza y baja a custodiar. Mensajera se pone la máscara de Creonte. Eurídice, se queda dormida)

Luz. Transición.

Tiresías cierra la cortina izquierda, abre la cortina derecha y dice:

CREONTE QUIERE SABER QUIEN HA ENTERRADO A POLINICES


(Tiresías se sienta en el primer escalón justo bajo la columna a desplumar el pájaro, seguirá haciendo esto hasta que el Guardia comience su relato)

CREONTE: (Actriz 1) El espíritu, el alma y los designios de un hombre no pueden ser conocidos antes de que haya manejado la cosa pública y aplicado las leyes. Cualquiera que rige la ciudad y no se conforma a los mejores principios, sino que reprime su lengua por temor, es el peor de los hombres; siempre lo he pensado y todavía lo pienso; y en modo alguno estimo al que prefiere un amigo a su patria. ¡Pongo por testigo a Zeus que ve todas las cosas! Yo no me callo cuando veo que una calamidad amenaza la salud de los ciudadanos, y jamás he profesado amistad a un enemigo de la patria; porque sé que la salud de la patria es lo que salva a los ciudadanos, y que no carecemos de amigos en tanto que ella está segura. Con tales pensamientos es como acrecentaré esta ciudad. Y he ordenado, por un edicto, que se encerrase en una tumba a Eteocles, que, combatiendo por esta ciudad, ha muerto bravamente, y que se le rindiesen los honores fúnebres debidos a las sombras de los hombres valientes.
Pero, en cuanto a su hermano Polinices, que, vuelto del destierro, ha querido devastar su patria y los Dioses de su patria, que ha querido beber la sangre de sus allegados y reducir a los ciudadanos a servidumbre, quiero que nadie le de una tumba ni le llore, sino que se le deje insepulto, y que sea ignominiosamente destrozado por las aves carnívoras y por los perros. Tal es mi voluntad. Los impíos no recibirán jamás de mí los honores debidos a los justos; pero cualquiera que sea amigo de esta ciudad, vivo o muerto, será igualmente honrado por mí.

CORIFEO: Te place obrar así con estos muertos Creonte, hijo de Meneceo. Todos, tantos cuantos somos, vivos o muertos, estamos sometidos a tu ley, cualquiera que sea.

CREONTE (Actriz 1): Velad, pues, para que el edicto sea respetado.

CORIFEO Confía ese cuidado a otros más jóvenes.

CREONTE (Actriz 1): Ya hay guardianes del cadáver.

CORIFEO: ¿Qué nos ordenas, además?

CREONTE (Actriz 1): No permitir que se desobedezca.

CORIFEO: Nadie es bastante insensato para desear morir.

GUARDIAN: Rey, no diré sin duda que he venido jadeante, con paso apresurado y firme. Me he retrasado presa de mis propias inquietudes, volviendo frecuentemente atrás en mi camino. En efecto, no pocas veces, me he dicho: Desdichado ¿Por qué correr a tu propio castigo? ¿Pero te detendrás? Si Creonte sabe esto por algún otro, cómo escaparás a tu condena.
Con todo esto dando vueltas en mi mente, he marchado con lentitud, de modo tal que el camino se ha hecho largo, aunque sea corto. Por fin, he resuelto venir a ti, y aunque no diga nada preciso, hablare. Espero no sufrir por ello, más que lo que el destino ha decidido.
Quiero ante todo revelarte lo que me concierne. Yo no he hecho eso y no he visto quien lo ha hecho. No merezco, pues sufrir por ello. Pero el peligro inspira mucho temor.
Alguien ha sepultado al muerto y se ha ido después de haber echado tierra seca sobre el cadáver cumpliendo con los ritos fúnebres con arreglo a la costumbre.
(Antígona se ubica en el Hades, cuando el Guardia repite este texto en el altar, Antígona hace las mismas acciones)
Nada había sido cavado con la pala. La tierra estaba dura, áspera, intacta, sin surcos y el que ha hecho la cosa no ha dejado huella. En cuanto el primer vigilante de la mañana nos hubo dado a conocer el hecho, éste nos pareció un triste prodigio. El muerto no aparecía visible y a pesar de no estar encerrado bajo tierra, sí enteramente cubierto por un ligero polvo a fin de evitar toda profanación. Y no había allí señal alguna de animal que hubiese venido y arrastrado el cadáver. Entonces comenzamos a injuriarnos, cada guardián acusando al otro. Y la cosa hubiera terminado a los golpes, porque no había allí nadie para impedirlo, y todos parecían culpables.
Estábamos dispuestos a agarrar un hierro enrojecido, a atravesar las llamas, a jurar por los Dioses que no habíamos hecho nada y que no sabíamos ni quien había meditado el crimen ni quien lo había cometido. En fin, como buscando no encontrábamos nada, uno de nosotros dijo un nombre…

ANTIGONA: ¡Antígona!

GUARDIAN: …Que hizo que todos agacháramos la cabeza de terror, porque no sabíamos si contradecir esa palabra o si se volvería felizmente para nosotros. Y esto nos impulsó a anunciarte la cosa y no ocultarte nada. Esta resolución prevaleció y la suerte me ha condenado a mí, desgraciado, a darte la gran noticia. Estoy aquí en contra de mi voluntad, nadie gusta de ser mensajero de desgracia
(Creonte le hace seña para que se retire. El guardián gira).

CORIFEO: Rey estoy pensando si esto no ha sido hecho por los dioses…

CREONTE (Actriz 1): Cállate, antes de que tus palabras hayan excitado mi cólera.

GUARDIAN: ¿Permites que hable de nuevo o he de volverme?

CREONTE (Actriz 1): ¡Me hieres con tus palabras!

GUARDIAN: ¿Ha sido herido tu oído o tu alma?

CREONTE (Actriz 1): ¿Para que tratas de saber donde está mí mal?

GUARDIAN: El que ha cometido el crimen hiere tu alma y yo hiero tu oído.

CREONTE: Tu solo trae a quien lo ha hecho. Nada importa su nombre.-

GUARDIAN: (al público) En verdad, deseo ardientemente que se encuentre al culpable, pero, sea o no descubierto, y al destino toca decidir sobre ello, no me verán volver aquí. Efectivamente, salvado ahora contra lo que esperaba y creía, debo dar mil gracias a los Dioses (sale).

Música del desenterramiento.
Transición de luz.

Eurídice baja al Hades. Friné sube al escenario, cuando está en el último escalón, Tiresías parado delante de la columna dice:

TIRESIAS: La diosa Palas nos proteja
(Luego se ubica en el lugar de Eurídice)

Música va bajando a tono de actor y se mantiene toda la escena.-

CORO

FRINE: (Mirando a los espectadores que participan como coro)
Pedimos al coro, que utilice sus máscaras.
(Se ubica en el altar, mirando hacia al frente y poniéndose la máscara de Corifeo)
Muchas cosas son admirables, pero nada es más admirable que el hombre.

TIRESIAS: (Sacándose la máscara) El hombre, lleno de destreza, envuelve, en sus redes de cuerdas construidas, la raza de las ligeras aves y las bestias salvajes y la generación marina del mar; y esclaviza con sus ardides la bestia feroz de las montañas; y pone bajo el yugo al caballo de largas crines y al infatigable toro, y les obliga a doblegar el cuello.

CORO DE ESPECTADORES Y ACTORES: Muchas cosas son admirables, pero nada es más admirable que el hombre.

ISMENE: (Sacándose la máscara) El se ha dado la palabra y el pensamiento rápido y las leyes de las ciudades, y ha puesto sus moradas al abrigo de las heladas y de las enfadosas lluvias. Ingenioso en todo, no carece jamás de previsión en lo que concierne escapar, pero ha encontrado remedios para las peligrosas enfermedades.

CORO DE ESPECTADORES Y ACTORES: Muchas cosas son admirables, pero nada es más admirable que el hombre.

FRINE: Pedimos al coro que deje sus máscaras.
(Se queda en el altar. Antígona y el Guardia se preparan como actrices para entrar. Se encuentran en el espacio de las ánforas y velas)

Música desaparece.
Luz augural.
El guardián tira a Antígona al espacio augural.

GUARDIAN:¡Tu sangre es la que te ha llevado hasta allí! ¡El destino marcado por las acciones de tus padres cobra venganza matando a tus hermanos y llevándote a una muerte segura!
(la va subiendo al escenario mientras Friné dice el texto siguiente, finalmente la tira en el altar)

FRINE: Ante este fantástico prodigio, no sé que pensar. ¿Cómo podré negar que aquí viene cuando la estoy viendo? ¡Oh, desventurada e hija de un desventurado padre, Edipo! ¿Qué ocurre? ¡Vamos, no puedo creer que te traen detenida, nada menos que a ti, por desafiar las órdenes del rey y por haberte sorprendido en una conducta irreflexiva!
(Parte lentamente hacia su espacio de descanso)

GUARDIAN: Esta ha cometido el crimen. La hemos atrapado dando sepultura al cadáver. Pero, ¿dónde esta Creonte?
(las actrices se ponen las de Creonte.)
Rey, los mortales no deben negar nada con un juramento, porque un segundo pensamiento desmiente al primero. No pensé volver aquí, turbado como estaba por tus amenazas, pero la dicha imprevista e inesperada que me embarga, no puede ser comparada con ninguna otra.
Faltando a mi juramento, vuelvo aquí trayendo a esta joven que ha sido sorprendida preparando la sepultura. Solo yo, tengo el mérito de la acción y no la suerte. Y ahora, Rey, que te la he traído, interrógala y decide. Yo estoy absuelto y justamente librado del castigo.
En cuanto hubimos vuelto, llenos de terror a causa de tus amenazas, después de haber quitado todo el polvo que cubría el cuerpo y haberle dejado al desnudo todo putrefacto, nos sentamos en la cima de la colina, contra el viento, para huir del hedor y a fin de que no nos alcanzase, y nos excitábamos el uno al otro con injurias en cuanto uno de nosotros descuidaba vigilar. Así seguimos hasta la hora en que el círculo de Helios se detuvo en medio del Éter y su ardor quemó. Entonces un brusco torbellino, levantando una tempestad sobre la tierra y oscureciendo el aire, llenó la llanura y despojó a todos los árboles de su follaje, y el gran Éter fue envuelto en una espesa polvareda. Cerrados los ojos, aguantábamos aquella tempestad enviada por los dioses. Al fin, después de largo tiempo, cuando el huracán se hubo apaciguado, vimos a esta joven que con voz aguda se lamentada, tal como ave desolada que encuentra el nido vacío de sus hijos. Del mismo modo, ésta, en cuanto vio el cuerpo desnudo, prorrumpió en lamentos e imprecaciones contra quienes habían hecho aquello. De pronto, llevó polvo seco y con ayuda de un vaso de bronce forjado al martillo, honró al muerto con una triple libación. Habiéndola visto, nos hemos lanzado y la hemos atrapado sin que se asustase por ello. Y la hemos interrogado por la acción ya cometida y por la más reciente y no ha negado nada. Y esto me ha complacido y me ha entristecido al mismo tiempo, porque, si
bien es dulce escapar de la desgracia, es triste llevar a ella a los amigos. Pero todo es de menor valor que mi propia vida. (Queda mirando hacia palacio en su lugar de vigía)

CREONTE: Y tú que inclinas la cabeza hacia la tierra, yo te hablo: ¿confiesas o niegas haber hecho eso?

ANTIGONA: Lo confieso, no niego haberlo hecho.

TIRESIAS: (Sacándose la máscara de Creonte) Respóndele en pocas palabras y brevemente ¿Conocías el edicto que prohibía eso? (se pone nuevamente la máscara).

ANTIGONA: Lo conocía. Cómo había de ignorarlo. Es conocido por todos.

ISMENE: (Sacándose la máscara de Creonte) Y siendo así, te has atrevido a violar esas leyes (se pone nuevamente la máscara).

ANTIGONA: (Como si estuviera en un tribunal con las manos atadas) Es que no las ha hecho Zeus, ni la Justicia que esta sentada al lado de los Dioses subterráneos. Y no he creído que tus edictos pudiesen prevalecer sobre las leyes no escritas e inmutables de los Dioses, puesto que tú no eres más que un mortal. Y no es de hoy, ni de ayer, que son inmutables; sino que son eternamente poderosas, y nadie sabe cuanto tiempo hace que nacieron. No he debido, por temor a las órdenes de un solo hombre, merecer ser castigada por los Dioses. Sabia que un día moriría, ¿cómo no saberlo?, aun sin tu voluntad, y si muero antes del tiempo eso será para mi un bien, según pienso. Cualquiera que vive como yo en medio de innumerables miserias, ¿no obtiene provecho con morir? Ciertamente, el destino que me espera en nada me aflige. Si hubiese dejado insepulto el cadáver del hijo de mi madre, eso me hubiera afligido; pero lo que he hecho no me aflige. Y si te parece que he procedido locamente, quizá soy acusada de locura por un insensato.

EURIDICE: El espíritu inflexible de esta joven procede de un padre semejante a ella. No sabe ceder a la desgracia.

CREONTE: Aunque haya nacido de mi hermana, aunque sea mi mas próxima pariente, ni ella ni su hermana escaparan a la suerte mas afrentosa, porque sospecho de esta ultima, no menos que de ella, que ha realizado ese enterramiento.

ANTIGONA: Ahora, que me tienes ¿quieres hacer mas que matarme?

CREONTE: Nada mas. Teniendo tu vida, tengo todo lo que quiero.

ANTIGONA: ¿Que tardas, pues? De todas tus palabras ninguna me agrada, ni me podría agradar nunca, y, del mismo modo, ninguna de las mías te agrada mas. ¿Puedo apetecer una gloria más ilustre que la que he adquirido colocando a mi hermano bajo tierra? Todos estos dirían que he hecho bien, si el terror no les cerrase la boca.

CREONTE: Eres la única, entre todas los cadmeos, que así piensa.

ANTIGONA: Piensan de igual manera, pero comprimen su boca por complacerte.

CREONTE: ¿No tiene, pues, vergüenza de no hacer como ellos?

ANTIGONA: ¡No, por cierto! Porque no hay vergüenza alguna en honrar a los parientes.

CREONTE: ¿No era tu hermano también el que sucumbió empuñando las armas por una causa opuesta?

ANTIGONA: De la misma madre y del mismo padre.

CREONTE: ¿Por que, pues, honrando a aquel te muestras impía para con este?

ANTIGONA: Hades aplica a todos las mismas leyes.
(Actriz 5 y 6 se sacan las máscaras de Creonte y se van transformando en Ismene y Tiresías)

CREONTE: Pero el bueno y el malo no reciben el mismo trato.

ANTIGONA: ¿Quién puede saber si ello es así en el Hades?

CREONTE: Jamás un enemigo, aun muerto, se mira como un amigo.

ANTIGONA: Yo he nacido para el amor y no para el odio.
(Ismene llora. El Guardia se da vuelta y mira a los espectadores)

CREONTE: Si tu naturaleza es de amar, ve entre los muertos y ámalos. Mientras yo viva, no mandara una mujer

Transición de luz.

Antígona va hacia la luz de Polinices mirando al frente. Tiresías toma del brazo a Ismene y dice:


ISMENE DICE HABER HECHO LO QUE NO HA HECHO


(Tiresías se ubica en el lugar del Guardia)

CORIFEO: He ahí, Ismene, que vierte lágrimas por causa de su hermana. La nube, que cae de sus cejas altera su rostro, que se enrojece, y surca de lágrimas sus bellas mejillas.
(Durante este texto Ismene baja y se ubica en haz de Eteocles mirando al frente. Tiempo. Se miran con Antígona. Se vuelven al frente))

ISMENE: Yo he cometido el delito, si ella, por su parte, lo confiesa. He participado en el hecho y en el delito.

ANTIGONA: La justicia no consiente esto, porque tú no has querido obrar y yo no he hecho nada en común contigo.

ISMENE: Pero yo no tengo vergüenza, en tu desgracia, de compartir tu suerte.

ANTIGONA: Hades y las Sombras saben quien ha hecho eso. Yo no amo a quien no me ama sino con palabras.

ISMENE: Yo te suplico, hermana, que no desdeñes que muera contigo por haber cumplido legítimos deberes con el muerto.

ANTIGONA: No morirás conmigo y no tendrás el honor que no has merecido. Basta que yo muera.

ISMENE: ¿Cómo puede la vida serme dulce sin ti?

ANTIGONA: Pregúntale a Creonte.

ISMENE: ¿Por qué me afliges de ese modo? ¿Cómo puedo ayudarte ahora?

ANTIGONA: Salva tu propia vida. No te envidio por escapar a la muerte.

ISEMENE: ¡Oh! ¡Desdichada de mí! No compartiré tu suerte.

ANTIGONA: Tú has deseado vivir y yo he deseado morir.

ISMENE: Al menos mis plegarias no te han faltado.
(Antígona e Ismene se dan vuelta y se miran)

ANTIGONA: Hablas prudentemente para estos, y yo soy prudente a los muertos. ¡Cobra ánimo, vive! En cuanto a mí, mi alma ha partido ya y no sirve más que a los muertos.
(Carcajada de Tiresías. Antígona se da vuelta hacia atrás)

CREONTE: Creo que una de estas jóvenes ha perdido el sentido y la otra es insensata de nacimiento.

ISMENE: (Vuelta mirando hacia atrás)El sentido de los desgraciados, Rey, no sigue siendo lo que ha sido y cambia de naturaleza.

EURIDICE: Siempre

ISMENE: (Vuelta mirando hacia la pared) Cómo podré vivir sola y sin ella.

CREONTE: No hables de ella, porque ya no existe.

ISMENE: (Vuelta mirando hacia delante) Matarás a la prometida de tu propio hijo.

CREONTE: Se pueden fecundar otros senos.

ISMENE: (Vuelta mirando hacia Antígona) Privarás a tu hijo de ella.

CREONTE: Hades pondrá fin a estas nupcias.

CORIFEO: Está resuelto, recibirá la muerte. El Hades está próximo.

Baja luz.
Música de Eurídice.
Antígona queda en el mismo lugar, abrazada a sus rodillas. Guardia sube al lugar de Tiresías. Ismene sube al lugar de Antígona. Eurídice avanza hasta quedar en luz de Eteocles. Tiresías cierra la cortina y dice:

EURIDICE IMAGINA PODER DECIRLE A SU ESPOSO LO QUE PIENSA


Eurídice va a hacer diagonales mirando a Creonte que supuestamente se pasea frente a ella.

Música baja y se mantiene toda la escena.

EURIDICE: Esposo mío. Soberano rey de Tebas. Ley que impera en nuestra amada tierra. Sé bien que la felicidad no es necesaria. Se bien que se puede vivir sin ella. Desde la ida de nuestro hijo Meneceo la diosa Palas me guía. ¿Hubo otra guerra? ¿Alguien más ha muerto? He oído lo que he oído. Antígona sepultó a su hermano muerto por su hermano ¿Eteocles? ¿Polinices? He oído lo que he oído. La sentencia irrevocable que has pronunciado contra la prometida de nuestro hijo. He oído lo que Hemón dulcemente, te ha dicho.

ANTIGONA: Padre, los dioses han dado a los hombres la razón, que es, para todos cuantos existimos, la riqueza más preciosa. En cuanto a mí, no puedo ni pensar ni decir que no has hablado bien. Sin embargo otras palabras serían discretas también. Yo sé antes de que tú lo sepas, lo que cada cual dice, hace o censura, porque tu aspecto hiere al pueblo de terror, y calla lo que no oirías de buena gana. Pero a mí me es dado decirte cuánto lamenta la ciudad de Tebas la suerte de esta joven, digna de las mayores alabanzas por lo que ha hecho.

EURIDICE: Esposo, no creas que tus palabras son las únicas, cualquiera que se imagine que sólo el es sabio, está vacío. Y puedes aprender de los dichos de una mujer. No hay nada malo en ello. ¡Por los dioses subterráneos! Existe una ley, sobre tu ley. ¡Antígona no debe morir! ¡Su muerte matará a algún otro! (Sobria. Mira a los espectadores. ) Esto quise decirle al rey. Pero no pude. No pude.

Música va creciendo.
Cambio de luz.
Mensajera va bajando la escalinata y Eurídice sube lentamente. Va hacia donde está Ismene. Se sienta junto a ella en el que era el lugar de Antígona. Se abrazan.-
Música desaparece.
Tiresías abre la cortina izquierda hasta que aparece la columna, luego continúa y dice:



ANTIGONA ES ENCERRADA VIVA

Música de Antígona.

Ismene vomita. Antígona se incorpora y va hacia el altar. Tiresias va hacia el Hades. Antígona le entrega un papelito qué la Mensajera guardará en la botella.

MENSAJERA: ¡Vean, Oh ciudadanos de Tebas a Antígona haciendo su último camino y mirando el último resplandor del día para no mirarlo jamás!

FRINE: Va hacia la muerte sin que haya conocido las nupcias.

MENSAJERA: Así, ilustre y alabada, vas a los retiros de los muertos, no consumida y marchitada por las enfermedades.

FRINE: No entregada como botín de guerra.

MENSAJERA: Única entre los mortales, libre y viva, desciendes a la morada de Hades.

ANTIGONA: ¡Ay de mí! ¡Desdichada! ¡No habitaré ni entre los vivos ni entre los muertos!

TODAS: ¡Ay de mí! ¡Desdichada! ¡No habitaré ni entre los vivos ni entre los muertos!

Fin música de Antígona.
Grabación Creonte.


CREONTE: ¿No saben que si los cantos y las quejas pudieran aprovechar a los que van a morir nadie tendría fin? La encerraré, como He dicho. Sola. Abandonada, en el sepulcro cubierto, para que muera allí, si quiere, o viva sepultada. (Todas las actrices dirán un sinfín de ¡Ay de mí! ¡Desdichada! desde que empieza y hasta que termine el texto de Creonte)

Fin grabación de Creonte.

ANTIGONA: Me voy antes de haber vivido mi parte legítima de la vida ¡Pero al partir, abrigo la grandísima esperanza de ser bien acogida por mi padre, y por ti, madre, y por ti hermano! Porque, muertos, los he lavado con mis manos y adornado, y les he llevado las libaciones funerarias. Y ahora, Polinices, porque he dado sepultura a tu cadáver, recibo esta recompensa. Pero te he honrado con aprobación de los prudentes. Jamás, si hubiese dado hijos a luz, jamás, si mi esposo se hubiera podrido muerto, hubiese hecho eso contra la ley de esta ciudad ¿Y porqué hablo así?
Es que, habiendo muerto mi esposo, hubiese concebido de otro hombre; habiendo perdido un hijo, hubiese tenido otro: ¡pero de mi padre y de mi madre encerrados en la morada de Hades jamás puede nacer para mí, otro hermano alguno! Y, sin embargo por eso, porque te he honrado por encima de todo, ¡Oh, hermano!, es por lo que he hecho mal, según Creonte, y por lo que le parezco muy culpable. Y me hace prender y llevar violentamente, virgen, no habiendo tenido mi parte ni del matrimonio ni del alumbramiento. (Friné la ayuda, como si la vistiese para el casamiento) Sin amigos y miserable, voy a descender, viva, a la sepultura de los muertos ¿Qué justicia de los dioses he violado? ¿Pero de que me sirve, desdichada, mirar todavía hacia Los dioses? ¿A cuál invocar en mi ayuda si me llaman impía por haber obrado por piedad? Si los dioses aprueban esto, reconoceré la equidad de mi castigo; pero si estos hombres son inicuos, deseo que no sufran más males que injustamente me infligen. (Antígona baja la escalera. Pide al espectador con pase al Hades que la acompañe, que tiene miedo. Finalmente dice) ¡Ay! Mi muerte está muy cerca de estas palabras.

Transición de luz.

Se van ubicando los Creontes: Mensajera sentada a la derecha, Friné sentada a la izquierda, Ismene parada detrás del altar a la izquierda, Eurídice sentada detrás del altar a la izquierda, Guardia arriba del altar en el centro.

TIRESIAS: ¡Ay! Ciudadanos de Tebas.......

ANTIGONA: .......Oh, sepulcro! ¡Oh, lecho nupcial! ¡Oh, excavado refugio que no abandonaré más, donde me uno a los míos, que Perséfone ha recibido, innumerables, entre los muertos!


TIRESIAS: Ciudadanos de Tebas, hemos venido juntos viendo por los ojos de uno solo, porque es preciso que los ciegos sean conducidos para marchar. Mientras estaba sentado en el antiguo lugar augural donde concurren todas las adivinaciones, he oído un ruido estridente de aves que gritaban de una manera siniestra y salvaje. Y se desgarraban unas a otras con sus uñas mortíferas. El batir de sus alas me lo reveló. Por eso, espantado, consulté a las víctimas sobre los altares encendidos. Pero Hefesto no se unía a ellas, y la grasa derretida de las piernas, absorbida por la ceniza, humeaba, las vísceras estallaban y se disipaban, y los huesos de las piernas yacían desnudos y húmedos de su vaina de grasa.
La ciudad sufre estos males a causa de tu resolución. En efecto, todos los altares y todos los hogares están llenos de los trozos arrancados por los perros y las aves carnívoras del cadáver del mísero hijo de Edipo. De manera que los dioses no quieren acceder a las plegarias sagradas y a la llama de las piernas quemadas, y las aves, hartas de la sangre grasa de un cadáver humano, no dejan oír ningún grito augural.

Creonte: (excepto Guardián) Tus palabras me llenan de temor.

TIRESIAS: Creonte. Perdona al muerto., no hieras un cadáver ¿Qué valentía hay en matar a un muerto? Yo te aconsejo por benevolencia a ti. Es muy dulce escuchar a un buen consejero cuando enseña lo que es útil.

Creonte: (excepto Guardián) Toda la raza de adivinos es amiga del dinero.

TIRESIAS: Me obligas a revelar los secretos ocultos en mi mente.

Creonte: Habla.
(le tira la bolsa con monedas)

TIRESIAS: Sabe bien a tu vez que no se verificarán muchas revoluciones de las rápidas ruedas de Helios antes de que hayas pagado a los muertos con la muerte de alguno de tu propia sangre, por haber enviado bajo tierra un alma todavía viva, por haberla encerrado viva en la tumba, y porque retienes aquí, lejos de los Dioses subterráneos, un cadáver no sepultado y no honrado. Y éste no pertenece ni a ti, ni a los Dioses uranios, y obras de ese modo con violencia. Por eso es por lo que las Erinias vengadoras del Hades y los Dioses subterráneos te acechan para que sufras los mismos males (Va hacia el altar). Mira si hablo así por el dinero. Antes de poco tiempo los lamentos de hombres y mujeres estallarán en tu morada. Semejante a un arquero, te envío estas flechas de cólera al corazón, porque me irritas, y no evitarás su herida aguda. (
toma la bolsa con monedas. Vuelve al sitio augural)

TIRESIAS: Ve a retirar a Antígona del antro subterráneo y construye una tumba a aquel que yace abandonado ¡Ve, obra tu mismo y no confíes ese cuidado a ningún otro!

Creonte: (Guardián) ¡Que sea!

Transición de luz.
Sitio augural.
Tiresias dice:
CREONTE INTENTARA OBEDECER A LOS DIOSES
(PERO YA ES DEMASIADO TARDE)
Pines. Humo.
Grabación de Creonte.-

CREONTE: (Durante todo el texto grabado las actrices dejan las máscaras de Creonte bajo el altar y se ubican: Friné en su lugar a la izquierda de la escalinata. Guardia parado en el tercer escalón a la izquierda. Eurídice en el segundo escalón en el centro. Ismene en el primer escalón con la cabeza en el regazo de Eurídice. Mensajera en el hueco entre sillas de la derecha. Tiresias va hacia la escalera donde se sienta a contar las monedas).
Ciudadanos todos. Eteocles ha recibido en esta tierra honrada sepultura; él ha sido hallado puro y sin tacha en presencia de la religión de sus padres; En cuanto a Polinices, que su cadáver insepulto y destrozado sea unido y entregado al Hades. Donde habitan los dioses de los muertos, deciden los dioses de los muertos Con piadoso oficio manos amigas echen sobre su cuerpo amontonada tierra; que tenga funerario culto, que le paguen los suyos tributo de honrosas exequias. Que Antígona, hermana de ambos, sea liberada por el mismo que la ha sujetado. Y así lo digo yo. Creonte, rey de Tebas.

Fin Grabación de Creonte.-

MENSAJERA:
(Carcajada)
Cambio de luz.-

Habitantes de las moradas de Cadmo y de Anfión, la vida es siempre tal que no puedo ni alabarla ni acusarla. En efecto, la fortuna eleva y derriba siempre al hombre dichoso y al hombre desdichado, y ningún adivino puede revelar jamás con certeza el destino futuro de los mortales.
Creonte, a mi juicio, era digno de envidia, porque había salvado de sus enemigos a esta tierra cadmea. Teniendo aquí el poder supremo, reinaba felizmente y florecía por una noble raza; pero he aquí que todo se ha desvanecido. En efecto, cuando un hombre ha perdido la dicha, creo que es menos un vivo que un cadáver animado. Tanto como quieras, goza de tus riquezas en tu morada y del orgullo de la tiranía; sin embargo, si no posees la alegría, no compraré todo aquello, comparado a la dicha, por la sombra de una humareda.

CORIFEO: Qué nueva calamidad de los reyes vienes a anunciarnos.

MENSAJERO: Han muerto, y los vivos han sido causa de su muerte.

CORIFEO: Quién ha matado. Quién ha muerto. Habla.

MENSAJERO: Hemón ha muerto: ha sido muerto por su mano.

CORIFEO: ¿Por la mano de su padre o por su propia mano?

MENSAJERO: Por su propia mano, estando irritado contra su padre a causa de la muerte de Antígona.


Tiresías deja de contar las monedas.

(Eurídice se quiere levantar, el Guardia e Ismene la ayudan, la sostienen y la lleva al altar donde la depositan, se quedan junto a ella)

EURIDICE: Oh, ustedes todos, ciudadanos, he oído lo que decían en el momento en que salía para ir a suplicar a la diosa Palas.
Descorrido el cerrojo, levantaba la barra de la puerta, cuando el rumor de una desgracia doméstica ha herido mis oídos.
Espantada, he caído de espaldas en brazos de las esclavas, y mi corazón ha desfallecido.
Vulevan a decirme esas palabras, cualesquiera que sean. Las oiré, habiendo ya sufrido bastantes males por ello.

(Mensajera va a cenital. Termina la escena con el guardia arrodillado en el altar, Eurídice recostada en el, Ismene sentada tomándole la mano, Friné sentada delante de Ismene, y Tiresías dada vuelta. Todas mirando a la Mensajera)

MENSAJERO: Hemos ido al antro profundo de la joven virgen, esa cámara nupcial de Hades. Uno de nosotros oye desde lejos un grito penetrante salir de aquella tumba privada de honores fúnebres, y, corriendo, lo anuncia al dueño Creonte. Mientras éste se aproxima, el rumor del gemido se extiende confusamente en derredor suyo, y él, suspirando, dice con voz lamentable:” ¡Oh, desgraciado de mí! ¿Le he, pues presentido? ¿No me lleva este camino a la mayor desdicha que haya sufrido todavía? La voz de mi hijo ha rozado mi oído. Vamos con prontitud, servidores, y, llegados a la tumba, habiendo arrancado la piedra que la cierra, penetrad en el antro, para que yo sepa si he oído la voz de Hemón o si soy engañado por los Dioses.” Hacemos lo que el dueño despavorido ha ordenado y vemos a la joven colgada, habiendo anudado a su cuello una cuerda hecha con su sudario.
Y él tenía a la virgen abrazada por la mitad del cuerpo, llorando la muerte de su prometida enviada al Hades, y la acción de su padre, y sus nupcias lamentables. En cuanto Creonte lo ve, con un profundo suspiro va hasta él, y lleno de sollozos lo llama: “¡Oh, desgraciado! ¿Qué has hecho? ¿Qué pensamiento ha sido el tuyo? ¿Cómo te has perdido? ¡Yo te lo suplico, sal, hijo mío!”Pero el joven, mirándole con ojos sombríos, y como teniendo horror de verle, no responde nada y saca la espada de dos filos; pero la huida sustrae el padre al golpe. Entonces, el desdichado, furioso contra sí mismo, se arroja sobre la espada y se atraviesa con la punta en medio de los costados. Y con sus brazos desfallecidos, todavía dueño de su pensamiento, abraza a la virgen, y, jadeando, expira haciendo salpicar una sangre purpúrea sobre las pálidas mejillas de la joven. Así se ha acostado muerto al lado de su prometida muerta, habiendo realizado, el infeliz, sus nupcias fatales en la morada de Hades, enseñando a los hombres con su ejemplo que la imprudencia es el mayor de los males.

Grabación de Creonte

CREONTE: ¡Oh, faltas amargas y mortales de un espíritu insensato! ¡Oh! Ved esas muertes y esas víctimas, todas de una misma familia ¡Oh, fatal resolución! ¡Ay de mí! ¡Hijo, tu has muerto joven, no por tu demencia, sino por la mía!
¡He conocido tarde la justicia! Un dios furioso contra mí me ha herido en la cabeza y me ha inspirado funestos propósitos, derribando toda mi felicidad. ¡Oh, trabajos miserables de los hombres! ¿Se puede vivir sin ser feliz?
¡Oh, umbral del inexorable Hades! ¿Por qué me pierdes? ¡Oh, mensajero de un lamentable infortunio! Has acabado a un hombre ya muerto ¿Qué nueva calamidad me anuncias?

Fin grabación de Creonte

(Las actrices que están en el altar van dejando a Eurídice, que queda recostada con un brazo elevado en cuyo puño tiene el papelito. Tiresias sube la escalinata y se para delante de la columna. El guardia va al tercer escalón delante de Tiresias, parada. Eurídice se sienta en el segundo escalón de la izquierda. Ismene se sienta en el segundo escalón de la derecha. Friné va a su lugar a contraluz.. Mensajera se para detrás del altar en el centro, saca el papel de la mano de la Eurídice que cae muerta. Eurídice tiene que caer muerta cuando Creonte pregunta “Se puede vivir sin ser feliz?”)


MENSAJERA: Te has quedado, rey de Tebas, sin hijos, sin esposa.

Grabación Creonte

CREONTE: ¡Jamás acusaré a ningún otro hombre de los males que sólo yo he causado! Yo sé quien te ha matado. Yo mismo. Y esa es la verdad.
¡Venga una última muerte que traiga mi supremo día tan deseado! ¡Vamos! ¡Qué venga, a fin de que no venga el día de mañana!

Fin grabación de Creonte

TIRESIAS: Las cosas son futuras, Creonte. Conviene ocuparse de las cosas presentes. No desees nada ahora. Los mortales no pueden escapar.

Apagón breve.
Luz.


FRINE: Así termina la tragedia de Antígona.
Nosotras hemos seguido a Creonte hasta la altura en que yacía aún el mísero cadáver de Polinices desgarrado por los perros. Allí, habiendo pedido a la Diosa de las Encrucijadas y a Plutón que no se irritasen, lo ha lavado con abluciones piadosas, y ha quemado sus restos con ayuda de un montón de ramas recién cortadas. Y le ha elevado un montículo funerario con la tierra natal. Y las palabras fueron obras. O al menos eso creímos. Porque nosotras las mujeres griegas, creemos. Siempre creemos.

Tres campanadas.
Apagón.
Música final.
Luz.


(
Antígona devuelve las monedas a cada uno de los espectadores y agradece personalmente que hayan venido. Las actrices hacen lo mismo. Friné trae un cántaro con vino. En el altar hay frutas. Agua fresca. Cada una tendrá preparada cierta pregunta o cierta información para el espectador al que se le acerque (¿Por qué se ubicó en la zona de los justos? / Si quiere, tenemos un libro donde el que lo desee anota su creencia / ¿Le gustaría saber quienes eran los Labdácidas? / Nuestro grupo de teatro se llama “Las siete contra Tebas” Siete fueron los que lucharon contra Tebas, Siete las tragedias de Sófocles que llegaron a nuestros días (comienzan a jugar con el número siete) / La última frase de cada una de las tragedias de Esquilo ¿le gustaría escucharlas? / ¿Quiere que le señale en un mapa actual donde se ubicaba la antigua Tebas? / Si lo desea puedo contarle brevemente de que hablaba Freud cuando se refería al complejo de Edipo / ¿Le gustaría escuchar nuevamente algún texto de la obra? / ¿Sabe que significa el nombre Antígona? / ¿Qué opina de los ritos? / ¿Cree en el culto a los muertos? / ¿En qué cree? / ¿En qué no cree? / ¿Le gustaría que le revele la última palabra dicha por algún Tebano antes de morir? /
La idea es que la obra nunca termine. Sigue. Dentro del espacio escénico solo hablaremos de la obra. Parte técnica, histórica, de puesta, de creación de los personajes. Lo que sea. Si algún espectador desea hablar de algo más cotidiano, se lo invita a pasar al “atrio”.

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